domingo, 1 de junio de 2008

Soledad




Soy la mayor de cinco hermanas de piel suave y rosada, tantos años oculta bajo los refajos y la sombrera. Me llamo Soledad, porque a mi madre le vinieron los dolores antes de tiempo y me parió sola en el patio mientras se dejaba los nudillos en la pila de lavar. Las tías vendían calabazas en el mercado y papá estiraba el chinchorro sobre la mar. Hoy cumplo 70 años. Nací con la Guerra y aún guardo en mi cuerpo el estigma de las calamidades. Pero aquello es pasado. Hoy me unté las arrugas con el carmín de cochinilla que escondo en el armario y me he regalado los colores del pañuelo más bonito de la mercería.

En casa viven ocho gatos y algún huésped caradura que se cuela de vez en cuando. Estuve un año buscando nombre para ellos. Si hubieran sido siete, les hubiera puesto como los colores del arcoiris, o si fueran doce, los nombres de los apóstoles. Pero no se me ocurría nada con ocho. Raúl, un niño muy simpático que trabaja en un banco cercano, me sugirió que les llamara como los países más ricos del mundo, que por lo visto forman un grupo de ocho. Yo acepté porque de pequeña en casa había un viejo libro lleno de mapas de Europa con el que entretenía el insomnio, soñando viajar donde corrían los ríos y brotaban las flores.

La gente que no me conoce y me oye gritar por la calle: ¡Alemania!, ¡Italia! ¡Venga pa’ casa jodías!, se piensa que estoy chocheando. Pero a mí me da igual que me miren raro, ya lo hacen cuando me enredo hibiscos rojos en el pelo y canto canciones de Rocío Jurado mientras tiendo las bragas en la azotea. ¿Sabían que una vez leí que los gatos también ronronean cuando están enfermos o asustados?, y dicen que lo hacen para tranquilizarse a sí mismos. Pues yo canto cuando me encuentro nerviosa y mi voz retumba por toda la casa. Me gusta oírme más fuerte por el eco de tantas habitaciones vacías.

Hace diez años que murió mi marido y el único hijo que vivía conmigo se marchó a Las Palmas hace cinco, porque se casó con una canariona. Echo de menos la compañía, pero no tanto los días que pasé inventado coplas entre los fogones y el balde de la loza. Mi vecina Engracia dice que ese guineo daba sentido a su vida. Pero ella es muy de su casa. Yo por las mañanas apenas asoma el sol me escarmino los rizos castaños y busco los rayos detrás de la puerta. Raúl pasa tan guapo y atildado oliendo a fragancias caras sin apenas tiempo para dejarme un “buenos días”.

En la tienda todas las alegadoras me saludan cual coro de gallinas desafinadas. No entienden cómo, después de tantos avatares, me contoneo tan risueña por las callejas. “La pobre está loca”, oigo comentar a alguna con compasión. Quizás lo dicen porque en las noches de calor me han visto bañarme a plena luz de la luna, desnuda, cerca de los arrecifes. No saben qué gusto da sentir los pechos meciéndose a merced de las olas. Flotando como si no fueran míos. Y entregarme a la oscuridad del frío océano.

En la ribera sigue Julián, otro pensionista. Se dedica a contar las piedras de la playa durante la bajamar. Las agrupa en montoncitos de diez y ha llegado a sumar más de 10.000 callados. A mí me parece un poco aburrido, porque la marea siempre acaba por destrozar el trabajo de horas. Él dice que si un día terminara de contar las piedras de toda la playa no sabría qué hacer en la vida. Imagino que lo mismo le pasaría a Raúl si un día lo sacaran de su ordenador y le confiscaran la calculadora.

Hoy he aprovechado para caminar con el pañuelo nuevo por la avenida, donde los viejos verdes me siguen desnudando con la mirada. Me siento guapa. He ido al mercado y me he dado unos caprichos: unas fresas, unas cerezas, un mango y unos claveles para decorar el mueble del salón. En el calendario tengo señalado el día 20 para acordarme de que tengo el pasaje para ir a ver a mi hijo a Las Palmas. Es la primera vez que voy a viajar en avión, pero no tengo miedo. Todos los días doy gracias a la virgen de los Dolores por darme salud para valerme por mi misma y disfrutar de todo esto. Hasta que Dios quiera.

4 comentarios:

Si tu supieras dijo...

Como me gusta este articulo Armi, tu madre me lo envio hace tiempo, y al volverlo a leer,se me han vuelto a erizar los pelos...tienes talento amor,de verdad y deseo de todo corazon q todo el mundo se entere ya de una vez.Un beso fuerte

La Lola dijo...

A mi es una historia que me gusta muchísimo, me veo como Soledad "cuando sea vieja", me gusta Soledad....Gracias por escribir así, siéndo capaz de emocionar. Besotes

Ainhoi dijo...

Aunque ya los haya leído, me encanta volver a disfrutar de tus textos, Armi guapo. Me dejas que les enseñe a todos tu blog??? Es para presumir de amigo y genial escritor... Besos

Mariajo Tabar dijo...

Esta es la señora que nunca grabamos con la cámara.

[...]

No sabes lo bien que caen en el cuerpo estas líneas untadas en café con leche mañanero. El corazón se me ha agurruñado por dentro y cuando ha terminado de leer le han salido un par de manos enguantadas (como a las galletas Marbú), se ha alisado el pelo de venas y se ha quedado más ancho que largo.
Gracias.
Muchas.