jueves, 27 de agosto de 2009

Hoy es jueves


A veces te he deseado la muerte. ¿Sabes lo miserable que me siento cuando ansío que acabe este tormento? A menudo sueño con paisajes que nunca he visto, con una tarde de cotufas y una miga de sol entre palmeras. Algunas noches he querido huir barranco abajo y subirme al primer barco que merodee la orilla mientras duermes. ¿Sabes lo que me odio cuando imagino ese instante en el que descanses para siempre, cuando anhelo que mis recuerdos te traigan de nuevo llena de vida, trenzando la siesta a la sombra de las buganvillas, durmiéndome en tu regazo de lana y mimbre?

De pequeña me enseñaste a querer como tú querías, a pelar la fruta, a moler la verdura, a servir la mesa. A tu imagen y semejanza. Aprendí que nadie puede aprender a caminar sin una mano que le guíe. Pero creí que mi mano nunca temblaría. Arranco las pipas de tus uvas, como tú hacías. Te las doy a cachitos, igual que tú solías hacerlo. Pero esta vez sin la ilusión de que mañana me sorprendas con una nueva palabra.

La mañana se arrastra. Un capítulo del último ‘best-seller’. El chico del súper llega con la compra. Me preguntas, como ayer, si hoy es jueves. Llega el cartero y le arrebato una conversación a media boca, desesperada por que se quede. Comida. Telenovela. Me preguntas, como antes, si hoy es jueves. Te ducho. Te cambio el pañal, creo que con el mismo empeño que tú ponías cuando yo era pequeña. La vecina pasa, me habla de sus dolencias y me cuenta anécdotas de tu infancia. Me repite cuando subieron a la presa a robarle la ropa a aquellos chiquillos que se bañaban desnudos.

De noche leo en voz alta para dormirte. Sin saber si me entiendes. Hoy repaso Hansel y Gretel. ¿Te acuerdas cómo me fascinaba pensar de niña que en algún lugar del vecino bosque vivía esa bruja antropófaga en su casita de caramelo? Me gustaban aquellas historias en las que siempre ganaban los buenos. A veces, entre segundo y minuto, me aferro a ti buscando una luz en el fondo turbio de tus ojos y lloro abrazada a tu cuerpo inmóvil. Te pido perdón por haber querido que te marches..., porque ni siquiera sé si es lo que deseas. Tú me contemplas sin mirarme. Hace tiempo que no te pones ya triste, sólo quieres saber si hoy es jueves.

Este breve relato va dedicado a Pepe (Valsequillo), Ana (Mogán) y Jacinto (Playa de Mogán), quienes han dedicado los últimos años de su vida a cuidar de familiares dependientes.