lunes, 22 de septiembre de 2014

La cita



Que no, que ya no eres la de antes, me digo mientras rebusco en mi pupila el brillo que anteayer se tragó la fluoxetina. Repaso el arco de mis ojeras con betún de piel nueva. Queda  poco. Un hálito de rubor donde escondo la vergüenza que se me consume en una cuenta atrás sin segundero.

Quién diría que a los 42 ibas a tener todavía las tetas en su sitio, me río, más bien me consuelo. Hoy es la cita, mi última oportunidad para enamorarlo. Para hacerle creer que soy la real pava del corral de especies exóticas. Que soy madre de día, señora en la cama y que prostituyo mis ideas porque los pajaritos abortaron hace tiempo en mi cabeza.

¡Pero mira esa ropa!, ni Inditex es lo que era. Sólo me queda esta falda de tubo, como los vasos que tragaba anteayer sin rizarme las pestañas. Mi armario, vacío. Mis ganas tendidas en el alféizar al sol que más calienta. Un cuadro de Van Gogh arruinado por la luz.

Reviso las notas sacadas de un blog de frases machaconas para ser feliz. Siempre quise ser más flaca, menos pobre o un poco más ignorante. Ahora descubro que a nadie le gusta la gente triste, que los pobres no somos niños jugando con el agua de una toma de bomberos rota para deleite del fotógrafo de National Geographic, que tengo que esconderme.

Quizás le guste. Quizás me elija a mí como en los cuentos que me encandilaban de pequeña. Quizás pueda rehacer mi vida a su lado, quizás me devuelva el orgullo que se me pudre en una nevera famélica, en un colchón jaspeado de telefilmes y madrugadas.

Reviso las notas sacadas de un blog que cita frases de Goethe: "Lo peor que puede ocurrirle al hombre es llegar a pensar mal de sí mismo." Encima me hacen sentir mal las putas frases.

Cojo la vida en mis hojas, tiro la puerta y arranco de un suspiro todos los pétalos secos. En el suelo, las cartas del banco..., las del juzgado, con sus letras estilo "courier", agónicamente impasibles, me recuerdan la hora y el día. Esa no es la cita, mi cita es hoy. 

3 comentarios:

Haridian dijo...

No hace falta tener 42 años para sentirse identificada con esta mujer, con lo escribes,sea lo que sea.

Una vez más, te leo y vuelvo a sentir lágrimas en los ojos. No sé si por ella, no sé si por mí misma, o porque siento que los seres humanos no hemos aprendido a vivir aún.

Sea cual sea el motivo, gracias por hacerme sentir, por recordarme que se puede.

Gracias.

La Lola dijo...

Siempre se puede volver a empezar a los 42 o a los 70, siempre que queden ganas de vivir y de sentirse querido y de querer...

Anónimo dijo...

No nos abandones tanto tiempo, releer lo que escribes es un placer que no debes negarnos .